Dejar entrar a Jesús en nuestras vidas, es lo más importante para nuestra salvación, pues Él es luz perpetua, es paz eterna, es victoria gloriosa y es amor infinito.
Y es precisamente, que en el mayor mandamiento que Cristo nos dejó, se encierra también el precepto para reconocer a su Iglesia, a su pueblo: «Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros». (Juan 13, 34-35)
Las palabras de Jesús fueron definitivas: serán reconocidos como sus verdaderos discípulos quienes vivan el amor fraterno mutuamente. Los miembros de la Iglesia de Cristo, no pueden tomar partido en algo que los aleje del amor y sus frutos, del buen trato hacia lo demás. La palabra de Dios muestra claramente cómo debe ser la Iglesia de Cristo: deben prevalecer las relaciones amorosas, fraternas y pacíficas.
Deducimos entonces que aquellas personas que dicen "predicar a Cristo" pero a la par, atacan con sentimientos ofensivos a otras personas (dentro y fuera de su entorno), no pueden ser reconocidas por Jesús como sus discípulos, pues en ellos no florece al amor, sino el odio.
Defender a nuestra Iglesia Católica debe ser parte del trato amoroso hacia los demás. Si hemos recibido groseros ataques, la mejor respuesta que los católicos debemos otorgar, es una respuesta firme pero con amor fraterno, el amor que nos enseñó nuestro Señor Jesucristo.
Con el profundo amor que nos debe caracterizar a los católicos, pero con la firmeza del Espíritu Santo, a continuación reflexionaremos sobre nuestras imágenes. Importante comprender esto, para no dejarse confundir.
LAS IMÁGENES EN LA IGLESIA CATÓLICA
Quienes ofenden a la Iglesia Católica respecto a nuestras imágenes, "se apoyan" en esta única parte del texto bíblico:
"No te harás estatua ni imagen alguna de lo que hay arriba, en el cielo, abajo, en la tierra, y en las aguas debajo de la tierra. No te postres ante esos dioses, ni les sirvas, porque yo, Yavé, tu Dios, soy un Dios celoso. Yo pido cuentas a hijos, nietos y bisnietos por la maldad de sus padres que se rebelaron contra mí." (Éxodo 20, 4-5)
Cuando estudiamos la palabra de Dios, debemos leer y comprender el texto, pero también el contexto. Por ejemplo, el texto anterior no está consolidado en su contexto, pues toma únicamente los versículos 4 y 5 y viéndolo superficialmente parecería que Dios prohíbe las imágenes de los católicos.
Sin embargo, el buen conocedor de la Palabra, de la verdadera Iglesia de Cristo, tiene una visión universal de lo que Dios nos quiere manifestar en la Biblia. Leamos pues, el contexto ampliado de esta enseñanza, desde el versículo 3 hasta el 6:
"No tendrás otros dioses fuera de mí. No te harás estatua ni imagen alguna de lo que hay arriba, en el cielo, abajo, en la tierra, y en las aguas debajo de la tierra. No te postres ante esos dioses, ni les sirvas, porque yo, Yavé, tu Dios, soy un Dios celoso. Yo pido cuentas a hijos, nietos y biznietos por la maldad de sus padres que se rebelaron contra mí. Pero me muestro favorable hasta mil generaciones con los que me aman y observan mis mandamientos." (Éxodo 20, 3-6)
En este contexto, nos muestra que Dios aborrece la adoración a "otros dioses", el postrarse ante ídolos creados por el ser humano, es decir la idolatría. Este pasaje se refiere a las imágenes de dioses como el becerro de oro en tiempos de Moisés, el relato lo podemos encontrar en Éxodo - Capítulo 32. Aquí se describe como el pueblo de Dios se revela contra Él, construyendo un becerro dorado y haciéndolo su "dios", los salmos también lo indican:
"En Horeb se fabricaron un becerro, se postraron ante un metal fundido, y cambiaron su Gloria por la imagen de un toro que come pasto. Olvidaron a Dios que los había salvado, y había hecho grandes cosas grandes en Egipto" (Salmos 106, 19-21).
Está claro, entonces que Dios aborrece a todo "ídolo" creado por el ser humano para "hacerlo su dios", dejando a un lado al Todopoderoso verdadero.
En cambio, las imágenes que tenemos los fieles católicos, no representan de ninguna manera la adoración a otros dioses, ni idolatría, ni tampoco representan a algo que se revele en contra de Dios, ni mucho menos a algo que nos aleje del Señor. Todo lo contrario, las imágenes católicas son representaciones que aportan mucho a nuestra cercanía con Dios. El católico no adora las imágenes, el católico venera las mismas porque son un tangible recuerdo de Dios en la tierra.
Todas las imágenes que recuerden a Dios, están amparadas por Él, y la Palabra lo sustenta, aquí unos ejemplos:
- El templo de Dios que Salomón construyó al Señor tuvo dos estatuas de querubines: (Referencia: 1 Reyes 6, 23-35)
- En Éxodo 25, vemos como Dios dispuso a Moisés que en el Arca de la Alianza haya dos figuras de querubines: (Referencia: Éxodo 25, 18)
- En la consagración de Miqueas, se hace una estatua para honrar al Señor : (Referencia: Jueces 17, 3-5)
Es más, la misma Biblia nos relata a Josué, postrado delante del Arca de la Alianza, un objeto sagrado que representaba la presencia de Dios en el Antiguo Testamento:
"Josué desgarró sus vestiduras y se postró hasta la tarde delante del Arca del Señor, con el rostro en tierra. Los ancianos de Israel hicieron lo mismo, y todos esparcieron polvo sobre sus cabezas". (Josué, 7, 6).
Concluimos entonces, que es lícito ver a un católico arrodillado ante Dios, o ante una imagen que nos lo recuerde para adorarlo. O arrodillado ante María o una imagen que nos la recuerde para venerarla (no olvidemos que María es el Arca de la Nueva Alianza).
En definitiva, lo que la Biblia prohíbe son las imágenes de "otros dioses o ídolos" que sean ajenos a la adoración a Dios. La Biblia aprueba las imágenes que recuerden a Dios, a sus templos, a nuestra fe inquebrantable hacia Él.
No está por demás enfatizar el hecho de que Dios aborrece a ídolos que lo apartan del corazón humano, y estos ídolos no solamente vienen en figuras como el becerro de oro o cualquier dios inventado por el mundo. Los ídolos que nos alejan de Dios también son las tentaciones, los amuletos, las teorías ateas, las teorías del mundo que anulan los valores cristianos, y todo elemento físico o mental que nos aparte de la única adoración y confianza a Dios:
"Hijitos míos, cuídense de los ídolos" (1 Juan 5, 21).
Luego de haber demostrado con las Escrituras, que recordar a Dios a través de imágenes está totalmente aprobado por Él, también es importante resaltar que esta verdad toma mayor sentido en el Nuevo Testamento a través de Jesucristo. Sabemos que Jesús es la imagen física de Dios invisible: "Él es la Imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda la creación" (Colosenses 1, 15).
Antes de Jesús, el mundo no podía conocer físicamente a Dios. Pero con Jesús, Dios se hizo visible y tangible. Por tanto, aunque Dios sigue siendo puramente espiritual, es por medio de Jesús que quedo íntimamente unido a una naturaleza humana, física, material. En consecuencia, es lógico que en la actualidad, lo representemos físicamente para darle culto (no a la imagen sino a Dios).
Recuerda esto:
Todo objeto que nos recuerde a Dios es sin duda un regalo de su amor. Por tanto, quienes ofenden las imágenes católicas, viven un profundo bloqueo de amor, su postura equivale a decir que no podemos acercarnos a Dios a través de la Biblia porque es un objeto inanimado, o como decir que Josué no se podía postrar ante al Arca de la Alianza porque era un objeto inanimado.
Benditas sean las imágenes y objetos que nos permiten acercarnos a Dios, como un crucifico, el agua bendita, medallas, estampas, una imagen, un rosario (y otros sacramentales), la misma Biblia, los libros cristianos, una melodía cristiana y todas las enseñanzas de los santos de la Iglesia que han sido iluminados por el Espíritu Santo (como intercesores ante el Señor, también se les recuerda con imágenes).
Además de las imágenes, podemos encontrar a Dios en las personas y los dones espirituales. Y es que tenemos muchas formas de buscar y encontrarnos con nuestro amado Dios: la oración, la alabanza, la lectura de la Biblia, un abrazo con alguien con quien teníamos una enemistad, un perdón, un sentir, la acción de gracias, una experiencia, dejando que Dios nos hable a través de diversas situaciones. En nuestras propias familias y en quienes amamos, podemos recordar a Dios y su amor.
La luz del Dios en este tiempo de Adviento, también puede tocarnos con un melodioso villancico, con el rezo de la novena a Jesús, con una imagen de su nacimiento en el pesebre, una corona de Adviento con velas que nos recuerdan la luz de Dios que supera cualquier tiniebla.
Si mediante algún elemento físico, nos acercamos a nuestro Dios invisible, !bendito sea el objeto físico y bendito sea el Espíritu de Dios que obra en nosotros!.
Con afecto,
Javier
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