Tiempo maravilloso y dichoso, tiempo de amor y paz, tiempo de unidad y reconciliación, tiempo de tregua y generosidad, tiempo de esperanza y gozo.
La bendición perfecta de nuestra Salvación en Jesús es motivo de gran satisfacción.
Dios, en su infinita misericordia para con nosotros, nos brindó el bendito regalo de su amado Hijo para que podamos ser salvos por medio de Él, en una Nueva Alianza, en un nuevo pacto de amor entre Dios y el ser humano:
"Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad." (Juan 1, 14).
La luz de Dios que venció a las tinieblas se levantó victoriosa con el nacimiento de Jesús. Todo nace por iniciativa del plan perfecto del Señor para salvarnos. Y continuó con el "sí" de nuestra Madre María para aceptar la voluntad de Dios y recibir al Santo Espíritu para que sin dejar de ser virgen pudiera concebir a Jesús en su bendito vientre. La correspondencia de nuestra parte hacia el amor de Dios, debe ser la aceptación de su voluntad en nuestras vidas, tal como lo hizo María cuando luego de recibir la visita del arcángel Gabriel, ella se dispuso como servidora de Dios y aceptó su voluntad en su ser: "María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho».Y el Ángel se alejó." (Lucas 1, 38).
Bendito y Alabado sea Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Gloria a su Santo Nombre y paz a la humanidad que ha visto la luz del Salvador, del Rey de reyes. Celebremos la Navidad con espíritu alegre, con la sencillez de un corazón noble, tal como Jesús nos enseñó a vivir.
Que los valores sean cultivados día a día en nuestras vidas, que podamos ser luz en medio de las tinieblas. La Navidad es verdaderamente una época diferente del año. Es cierto que debemos vivir cada momento con el amor y la paz de Dios, pero sin duda, en estas fechas todo el amor y la paz se multiplica en el mundo entero, por la fuerza divina del recuerdo de Jesús nacido de la obra perfecta de Dios para nuestra salvación. Es una época tan maravillosa, que hasta quienes no creen en Dios se nutren de algún modo con el espíritu de unidad y paz en sus vidas, aquella fuerza purificadora de Dios actuando en cada una de nuestras vidas.
Celebremos pues la Navidad con gozo y adoremos en nuestro corazón a Jesús, para construir en nuestro ser, un corazón que sea cuna de amor para que el Salvador nazca y renazca día a día. Forjemos nuestra vida para ser agradecidos, misericordiosos y amorosos con nuestros seres queridos, con quienes estamos alejados o enojados.
Recuerda esto:
La Navidad es celebrar el nacimiento de Jesús, de nuestro Salvador y esta fiesta la debemos vivir a plenitud con aquellos tesoros que no se compran con dinero: el amor, la unidad, la fraternidad, la oración y la alabanza. Que los regalos materiales tengan como base al amor de Dios para ser compartidos con alegría.
Feliz Navidad al mundo entero, Gloria a Dios por siempre y que la paz de Jesús sea nuestro descanso para continuar nuestro grato camino hacia el cielo.
Con afecto,
Javier
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