· 

Una vida de auténtica excelencia

 

Nuestro camino personal tiene una importante misión: realizarnos de la mano de Dios siendo agradecidos y fuertes ante la adversidad. 

 

Somos seres únicos e irrepetibles, y por tanto, nuestra vida debe ser auténtica.

 

Caminar en una vida de excelencia implica desarrollar todos los dones que hemos recibido de Dios, así alcanzaremos la plenitud humana y divina. Glorificar a Dios en espíritu y verdad es alcanzar la felicidad interior, entregando bienestar a los demás en un ambiente de paz.

 

El gozo más grande de Dios es envolvernos en su amor de salvación eterna, inundarnos con su Espíritu y llamarnos a ser auténticos en nuestra vida terrenal. Nuestro gozo favorito debe ser, el sentirnos amados por Dios, como objeto de su predilección.

 

Nada ni nadie podrá impedir que Dios nos ame para toda la eternidad. El mejor regalo que podemos entregar a Dios es dejar que Él sea Todo en nosotros, aceptando su amor, dejándonos amar, moldear, pulir como piedras preciosas. Es posible que este proceso nos duela, pero es necesario, ya que sin dolor no puede haber perfección o santidad.

 

"Porque yo conozco muy bien los planes que tengo proyectados sobre ustedes –dice el Señor–: son planes de prosperidad y no de desgracia, para asegurarles un porvenir y una esperanza." (Jeremías 29, 11)

 

Dios quiere ser el protagonista de nuestras vidas, y debe ser el único líder de nuestro camino. Él quiere llenarnos de su amor para que, amando, podamos alcanzar la plenitud. Ser auténticos ante Dios es aceptar su infinito amor en nuestra existencia, reconociendo que todo lo podemos con Él y que sin Él nada es perfecto en nosotros. Solo cuando aceptamos el amor de Dios, es cuando realmente reconocemos nuestro propio valor personal. Dios no nos pide a cambio grandes logros, únicamente espera que aceptemos su amor, aun siendo débiles o pecadores.

 

Cuando aceptamos libremente a Jesús para que viva dentro de nosotros, habremos tomado la decisión más extraordinaria de nuestra existencia. La fuerza para aceptar a Jesús en nosotros, es el Espíritu Santo. Por la fuerza del Espíritu podremos apreciar nuestro verdadero valor humano y la riqueza que hay en nosotros, lograremos hacer el bien y hacerlo bien. El motor para vivir en excelencia es el Santo Espíritu de Dios, Él hará que nos elevemos sobre nosotros mismos y superemos nuestros miedos y luchas.

 

"El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré?. El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré? " (Salmos 27, 1)

 

Si Dios nos ha creado originales e irrepetibles, nuestra vida debe ser auténtica. Dios no quiere que seamos copias de nadie. La mejor manera de honrar y glorificar a Dios es vivir siendo nosotros mismos y mostrarnos tal como somos ante Él. La mejor forma de influir en otras personas es cuando nuestras vidas se asemejan a la imagen original que Dios tiene de nosotros.

 

Nuestras virtudes y pecados llevan una marca inconfundible ante Dios. Alegrémonos de nosotros mismos y busquemos vivir una vida con categoría santa, tal como nos ha llamado el Señor. Conocer a Dios es un proceso inmenso, pero si buscamos profundizar nuestro conocimiento hacia Él, estaremos conociéndonos a nosotros mismos de manera más precisa. Nuestro éxito y realización personal radica en la oración, en la liberación de ataduras personales y en la plena confianza en Dios.

 

No somos tan perfectos como lo creemos, pero tampoco tan malos como quizá lo imaginamos. Por tanto, lo mejor que podemos hacer para buscar paz en nosotros, será aceptarnos tal cual somos, con cualidades muy valiosas y defectos que esperan ser pulidos por Dios. No vivamos ni más arriba ni más debajo de lo que somos, Dios nos ha puesto en el lugar ideal para perfeccionarnos día tras día, si así lo permitimos.

 

Así como disfrutamos de nuestras cualidades y virtudes, así también con auténtica alegría debemos aceptar nuestras limitaciones y equivocaciones. Es la única manera de crecer espiritualmente. 

 

Debemos esforzarnos para alcanzar la superación cada día, con esmero y humildad, sin forzar las cosas ni impacientarnos. Si Dios tiene tiempos perfectos y no tiene prisa, ¿por qué tenerla nosotros?.

 

¡Sé fuerte y valiente! No temas ni te acobardes, porque el Señor tu Dios estará contigo dondequiera que vayas. (Josué 1, 9)

 

Recuerda esto:

 

Eres mucho mejor de lo que imaginas, eres su hijo/a predilecto/a. La Sangre Preciosa de Cristo nos ha redimido con un valor grandioso. Dios te ha creado como un ser sublime, como la extensión de Jesús en el mundo. El Señor ha puesto este desafío en ti: que te valores a ti mismo por medio del amor de Dios en tu ser. Pinta con maestría los colores de tu vida, y permítete ser feliz aceptándote tal como eres y dejando que Dios vaya moldeando tu valiosa persona. Vivir refugiado en Dios, aceptándote y siendo auténtico, te conducirá a llevar una pacífica vida de excelencia, libertad y alegría.

 

“No temas, porque yo estoy contigo, no te inquietes, porque yo soy tu Dios; yo te fortalezco y te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa”. (Isaías 41, 10).

 

 

Con afecto,

Javier

Escribir comentario

Comentarios: 0