· 

Amar es custodiar en el corazón

Qué hermosa sensación es cuando nos sentimos amados y sabemos que vale la pena amar, cuando damos continuidad al sentimiento y estamos seguros de que el otro nos ama, que vale la pena corresponderle y creamos lazos fuertes en la relación con el amigo, con el compañero, con el confidente, crecemos en amor cuando no lo vemos solo como un sentimiento sino como una decisión.

 

Los disgustos, incomprensiones, decepciones están presentes en nuestras relaciones y nos podemos dejar influenciar negativamente por las dudas; pero es ahí cuando debemos comenzar a “custodiar en el corazón”, es decir, no dejar que se destruya la relación en momentos de tensión y de rabia, recordando siempre lo positivo, entendiendo que no somos perfectos y que en una relación, por más felices que estén, siempre habrá problemas, disgustos, diferentes modos de entender al otro o no descubrimos el lenguaje de amor de la pareja. Ese es un buen momento para afrontar los problemas, encontrar una solución, entender que el amor también se vive con actos, hechos y servicio.

 

Como menciona el Papa Francisco: “El noviazgo y el matrimonio no es solo una relación basada en la atracción y el sentimiento, sino que establece una alianza sólida y duradera que hace de dos vidas una sola, un auténtico milagro de la libertad humana y la Gracia de Dios”.

 

Mantengámonos vigilantes en nuestra propia interioridad para encontrar siempre lo bello y lo bueno. Seamos como los niños, miremos con los ojos del corazón y llenos del amor de Dios, seamos ocurrentes y creativos, añadamos una chispa y mucha emoción a la relación y a todo lo que hagamos y vivamos con ese amor que Dios nos regala. “Jesús llamo a un niño, lo colocó en medio de los discípulos y declaró: En verdad les digo: Si no cambian y no llegan a ser como niños, nunca entrarán en el Reino de los Cielos” (Mateo 18, 2-3).

 

Aprendamos a superar los conflictos, las discordias, incomprensiones, protejamos nuestro amor envolviéndolo con cuidados y con pequeños detalles.

 

El amor es dulzura, alegría, paz y ternura; pero también lleva consigo experiencias de conflicto, de desilusión, en el que a veces debemos morir para resucitar de nuevo.  No debemos olvidar que “En verdad les digo: Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere da mucho fruto” (Juan 12, 24).

 

En este tiempo de Cuaresma en el que Jesús va a morir y resucitar, se nos invita a que aceptemos el dolor y sufrimiento, a decidir qué va a morir en nosotros para resucitar en Semana Santa. Que seamos hombres y mujeres nuevas.

 

Un abrazo en Cristo y María

 

 

Lidia 

Escribir comentario

Comentarios: 0