Cuando el amor maternal llena de luz a un hogar, es el momento en que una familia es capaz de producir valores sensibles que después se convierten en valores extraordinariamente fuertes.
No cabe duda que una madre es una porción de cielo que ha bajado hasta nuestras casas, pues gran parte de la enseñanza que nos acercó a Dios se la debemos a la formación que recibimos de nuestras madres.
Tan importante es el rol de una madre, que el plan perfecto de Dios fue que Jesús tenga a María, su Madre quien acompañó sus días hasta su madurez espiritual. Imaginemos cómo fue la vida de Jesús en su primeros años de vida terrenal, junto a nuestra Madre, la llena de Gracia, la Virgen fiel a Dios, enseñando a Jesús a sentir a Dios por medio de la oración, del trabajo responsable, de la amistad al prójimo, pero sobretodo, de la bondad del corazón. Nuestro Salvador tuvo a María, la mujer virtuosa a la que Dios llenó de su Santo Espíritu con tanta plenitud jamás superada por otra criatura.
Que el Señor nos conceda la lucidez espiritual para que nos unamos a Cristo por medio de su Madre, de nuestra Madre. Que podamos consagrar nuestro cuerpo y nuestra alma al linaje bendito de la que aplasta la serpiente. En Ella, nuestras familias podrán asimilar el amor verdadero, la maternidad fecunda, y el cristianismo pleno. Jesús llegó a la plenitud de su Realeza bajo el amparo de su Madre. De la misma forma, nosotros podremos alcanzar la santidad de manera más sencilla si nos apoyamos en nuestra Madre del cielo.
¿Quiénes de nosotros estaríamos dispuestos a entregar el amor de nuestra propia madre a los demás?, pues Jesús sí lo hizo, y es que el amor de Dios no tiene límites. ¿Acaso un cristiano honorable será capaz de rechazar tan noble regalo de Jesús?
"Al ver a la Madre y cerca de ella al discípulo a quien Él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa." (Juan 19, 26-27).
Dios rico en misericordia nos manifestó su Gloria desde el vientre de María, revelándonos su amor de Padre en el Verbo hecho carne. No cabe duda que la luz de Dios ha brillado con poder a los hombres a través de nuestra Santa Madre Virgen. La pérdida de Jesús niño y su hallazgo en el Templo, nos muestra claramente su deseo de cumplir la voluntad de Dios, pero haciéndolo bajo el refugio de sus padres:
"Jesús regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, delante de Dios y de los hombres. (Lucas 2, 51-52).
Recuerda esto:
El amparo maternal es una bendición de Dios que debe ser valorado como un pedazo de cielo que ha bajado a nuestros hogares, nuestra Madre del cielo y nuestra madre terrenal que nos dio a luz, son tesoros del cielo que se manifiestan espiritual y físicamente en nuestras vidas para nuestra trascendencia.
Vivamos esta bendición con un profundo agradecimiento a Dios y una honra de amor a nuestras madres. No dejemos que la apatía monótona nos haga ciegos a las grandes riquezas que están en nuestros hogares.
Con afecto,
Javier
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