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Morir para vivir

La esencia de la Creación de Dios es morir para vivir, es transformarse para trascender, es pulirse para perfeccionarse.

 

La semilla desaparece para dar paso al crecimiento de una planta. El ciclo de la vida animal compete un sacrificio para que las especies mantengan su supervivencia. La extinción de la oruga da paso a la mariposa.

 

La frase "morir para vivir" lejos de ser una utopía o palabras sin sentido, es una verdad tan profunda y tan real que se enmarca dentro del camino de santidad al que todos estamos llamados. Sin sacrificio, no puede haber perfección. Sin fracaso, no puede haber experiencia. Sin sufrimiento, no puede haber libertad. Sin dolor, no puede haber amor. Sin esfuerzo, no puede haber resultados. Sin oración, no puede haber bendición. Sin muerte, no puede haber Vida... Vida Eterna.

 

"En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad, en verdad les digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una Vida Eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará»." (Juan 12, 24-26).

 

 

Jesús nos dio una extraordinaria lección en esta parte de su Evangelio. Cuando acumulamos tesoros terrenales, cuando llegue el momento de nuestra muerte, éstos bienes se quedarán en la tierra, no los podremos llevar. Por tanto, lo que realmente importa es acumular tesoros en el cielo, para nuestra Vida Eterna.

 

Los tesoros que acumulemos en el cielo son por los cuales realmente debemos luchar por conseguirlos. Cuando a lo largo de nuestra vida sembramos cosas buenas, simplemente cosecharemos cosas buenas. Si vivimos una vida apegada al dinero, al poder del mundo, a los deseos desenfrenados de nuestra carne, estamos rechazando los tesoros celestiales. Por ello es importante entender lo que Jesús nos enseñó: vivir sirviendo a Dios.

 

La fuente de tesoros celestiales está en Dios mismo, por lo que al seguirle, estaremos sembrando grandes tesoros que podremos cosechar a futuro. El Espíritu Santo es quien nos permitirá buscar a Dios en todo lo que nos rodea en nuestra vida terrenal. Las Sagradas Escrituras nos muestra el camino de la carne y el camino espiritual. Cosecharemos tesoros celestiales cuando nuestra vida gire entorno a los frutos del Espíritu Santo:

 

"El fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, paciencia, comprensión de los demás, bondad y fidelidad, mansedumbre y dominio propio. Frente a estas cosas, la Ley está demás, porque los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus malos deseos." (Gálatas 5, 22-24)

 

Debemos "matar" los deseos de la carne para revivir en los frutos del Espíritu Santo. Así pues, debemos sembrar en nuestra vida, las semillas del Espíritu para cosechar día a día los frutos que nos permitirán alcanzar la Vida Eterna.

 

Este proceso de transformación para los cristianos, se aplica también a que debemos morir en nuestra vieja forma de actuar o pensar, y ser transformados por el Poder de Dios. Quien pertenece a Cristo se convierte en una persona nueva con una vida nueva.

 

 

“Recuerda que cuando abandones esta tierra, no podrás llevar contigo nada de lo que has recibido, solamente lo que has dado: un corazón enriquecido por el servicio honesto, el amor, el sacrificio y el valor”.  - San Francisco de Asís

 

 

Con afecto,

Javier

 

 

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