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El cristiano que agrada a Dios

 

El cristiano que agrada a Dios es quien reconoce sus fallas, se arrepiente, y vive una conversión,   buscando a Dios en todo momento para ser rescatado.

 

Hoy en día es común vivir un mundo de engaño, creyendo que ser bueno es sinónimo de cumplir normas al pie de la letra. Cuando la dureza de corazón se apodera del ser humano, el ego personal tiene más peso que la humildad ante Dios.

 

No basta con pasar horas orando, si en nuestro interior hay un vacío de amor. La calidad de la oración es más importante que la cantidad de oración. Debemos extirpar de nuestro modo de vida toda arrogancia ante Dios y ante los demás. Cuando oramos, debemos dialogar ante Dios con todas nuestras debilidades, siendo nosotros mismos.

 

Si no empezamos a reconocer nuestros propios errores, jamás podremos sentir la misericordia de Dios en nuestras vidas. Debemos buscar la perfección pero siempre de la mano de Dios, como un niño que aprende de sus errores y escucha los consejos de sus padres. Un cristiano agradable a Dios, no juzga a los demás, sino que entiende, perdona e incluso ayuda. Un cristiano agradable a Dios, busca dentro de sí cómo mejorar, se esfuerza por amar y entrega lo mejor de sí. Un cristiano agradable a Dios, le da el lugar que le corresponde en su vida: el Padre que todo lo puede, todo lo perdona y todo lo restaura. 

 

Jesús nos enseña así:

 

 

"En aquel tiempo, a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús les dijo esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: ‘¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias’. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!’. Yo les digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado». (Lucas 18, 9-14)

 

 

Pidamos a Jesús y a María Santísima que nos ayuden a orar con sencillez y auto-conciencia de nuestros actos. Más allá de los actos físicos que hagamos, son más importantes los actos del corazón. Lo material es pasajero. Lo que prevalece son los tesoros espirituales, el amor, el respeto, la solidaridad, los buenos momentos, la paz. En definitiva, lo que importa es el bienestar interior que se exterioriza.

 

Con afecto,

Javier

 

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