Todos tenemos proyectos personales por los cuales trabajamos. Evidentemente, nuestros planes tienen dimensiones humanas. Sin embargo Dios tiene planes con dimensiones divinas para cada uno de nosotros.
Nos preparamos en este tiempo para celebrar la llegada de Jesús, y resulta maravilloso hacerlo junto a nuestra Madre María.
Vivir la Navidad junto a Jesús y nuestra Mamita María marca una celebración realmente dichosa.
De ella hemos aprendido a aceptar con alegría la voluntad de Dios en nuestras vidas, a ser sencillos para dar el protagonismo que le corresponde a Dios. María, Santa e Inmaculada en la presencia del amor a Cristo, abre el paso hacia la más grande de las celebraciones de la humanidad:
"En el sexto mes, el Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo». Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Angel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin». María dijo al Angel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?». El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios». María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho».Y el Angel se alejó." (Lucas 1, 26-38)
María, una mujer concebida sin pecado fue la elegida de Dios para ser la Madre de Jesús. En sus planes humanos contemplaba estar comprometida con José, pero Ella pudo aceptar los planes divinos para ser fuente del Salvador, llena del Espíritu Santo. Engendrada en Cristo y para Cristo, María llena de Gracia, sierva obediente de la voluntad de Dios es también nuestra Madre, nuestra amiga, nuestra intercesora. Toda la Gloria para Dios y toda la honra para nuestra Madre.
Así como María, estamos llamados a ser portadores de Cristo desde nuestros adentros, a ser lumbreras de paz en medio de un mundo difícil. El camino por el que Jesús ha venido al mundo se llama María. No hay nadie mejor que Ella para enseñarnos a preparar los caminos de la Navidad. Que nuestra Madre nos acompañe siempre hacia Jesús.
Que esta sea nuestra consigna en Adviento: Convertirnos en hijos de Dios por medio de la fe y de la espera, una espera alentada por el anuncio de la Salvación Eterna. Una espera sostenida por la fuerza del Espíritu Santo, la amistad con Cristo y la compañía de nuestra Santa Madre.
Se vienen tiempos felices, tengamos actitudes de amor, confianza, agradecimiento, humildad y aceptación de la voluntad de Dios.
Con afecto,
Javier
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