El propósito a largo plazo que tenemos en nuestra vida es trascender, más allá de cualquier tiniebla personal y ser luz que brille para bien en un mundo necesitado de más gente buena.
Ciertamente, hay más gente buena en el mundo, pero es necesario que la bondad del ser humano trascienda al exterior y no se oculte.
Jesús nos llama a ser luz en el mundo, a trascender con nuestras buenas obras para glorificar a Dios:
"Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, y se tira a la calle para que la pise la gente. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo." (Mateo 5, 13-16)
La oscuridad, por más tenebrosa o intimidante que parezca, no es más que la ausencia de luz. Por ello es que tan solo un pequeño destello de luz basta para acabar con la más fuerte oscuridad. Así, el valor de la gente buena traducido en actos de bien marcará la diferencia en cualquier escenario por más deprimente que parezca
"La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no pudieron vencer la luz." (Juan 1, 5)
A los pies de Jesús siempre seremos luz, pues Él es la fuente viva de amor, bondad y Luz infinita. Cristo nos dijo:
"«Yo soy la Luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida». (Juan 8, 12)
Ciertamente, que alejados de Dios seremos personas oscuras. Nuestra misión de vida es seguir a Jesús con todas las fuerzas del corazón para buscar hacer el bien. Nada podemos hacer por nuestras fuerzas humadas, la fuerza del Espíritu de Dios permitirá que podamos hacer el bien en nuestro día a día. Ya lo dijo San Pablo:
"Yo mismo, hermanos, cuando llegué a la ciudad de ustedes para anunciarles el Evangelio, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre ustedes me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, más aún, de Jesucristo crucificado. También yo me presenté a ustedes débil y temblando de miedo. Cuando les hablé y les prediqué el Evangelio, no quise convencerlos con palabras de hombre sabio; al contrario, los convencí por medio del Espíritu y del poder de Dios, a fin de que la fe de ustedes dependiera del poder de Dios y no de la sabiduría humana" (1 Corintios 2, 1-5)
Para tener la fuerza del Espíritu de Dios debemos alejarnos de la maldad y hacer el bien. Pero si nos cuesta hacer el bien, ¿cómo entonces puede ser posible llamar al Espíritu Santo a nuestras vidas?. Parecería que ser luz es una tarea muy difícil y una contradicción por nuestra propia condición humana. Sin embargo, la misma Palabra de Dios nos muestra un camino para acercarnos al bien, ser luz y atraer al Espíritu Santo a nuestras vidas:
"Esto dice el Señor: «Comparte tu pan con el hambriento, abre tu casa al pobre sin techo, viste al desnudo y no des la espalda a tu propio hermano. Entonces surgirá tu luz como la aurora y cicatrizarán deprisa tus heridas; te abrirá camino la justicia y la gloria del Señor cerrará tu marcha. Entonces clamarás al Señor y Él te responderá; lo llamarás y Él te dirá: "Aquí estoy". Cuando renuncies a oprimir a los demás y destierres de ti el gesto amenazador y la palabra ofensiva; cuando compartas tu pan con el hambriento y sacies la necesidad del humillado, brillará tu luz en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía. El Señor te guiará incesantemente, te saciará en los ardores del desierto y llenará tus huesos de vigor; tú serás como un jardín bien regado, como una vertiente de agua, cuyas aguas nunca se agotan. (Isaías 58, 7-11)
Esta bella promesa de Dios nos muestra el camino para ser luz. Debemos ser misericordiosos con quien lo necesite. En la medida que podamos debemos hacer el bien por los demás y Dios bendecirá nuestras vidas. Tenemos muchos campos de acción para comenzar a ser luz en el mundo, estos campos son las obras de misericordia. Dependiendo de nuestra forma de ser, carismas y disposición, tenemos varias alternativas para elegir:
Obras de misericordia corporales
1) Visitar a los enfermos
2) Dar de comer al hambriento
3) Dar de beber al sediento
4) Dar posada al peregrino
5) Vestir al desnudo
6) Visitar a los presos
7) Enterrar a los difuntos
Obras de misericordia espirituales
1) Enseñar al que no sabe
2) Dar buen consejo al que lo necesita
3) Corregir al que se equivoca
4) Perdonar al que nos ofende
5) Consolar al triste
6) Sufrir con paciencia los defectos del prójimo
7) Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.
Practicar en nuestra vida las obras de misericordia, nos permitirá acomodar nuestro corazón al bien, al don de servicio y al amor. Sigamos siendo luz con nuestras buenas obras.
Saludos en el amor de Cristo y María
Javier
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