Iniciamos la Semana Santa de una forma diferente, el mundo en cuarentena en una Cuaresma sin precedentes en el mundo.
Reflexionamos dos aspectos:
1) La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Lectura en Mateo 21, 1-11
2) La Pasión y muerte de Jesús. Lectura en Mateo 26, 1-75 . 27, 1-66
En el primer caso, vemos a Jesús montado en un pollino, mientras la gente exclamaba: «¡Hosanah al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanah en las alturas!».
En el segundo caso, vemos cómo Jesús instituye la Eucaristía, sufre la traición de Judas, sintió la tristeza en Getsemaní, es tomado prisionero, fue sometido al juicio más injusto de la historia, la gente gritaba que lo crucifiquen y finalmente es torturado en un Vía Crucis hasta morir en la Cruz.
La Biblia, los santos y los teólogos afirman que la gente que alababa a Jesús en su entrada triunfal no era la misma que gritaba exigiendo su crucifixión. Quienes aplaudieron a Jesús en su entrada a Jerusalén no fueron sus habitantes, sino las multitudes que lo acompañaban e ingresaban con Él. Esto se aclara en estos versículos: "Cuando Jesús entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: «¿Quién es este?». Y la gente respondía: «Es el profeta, de Nazaret de Galilea». " (Mateo 21, 10-11)
Las personas de la ciudad habían oído hablar del profeta de Nazaret, pero no parecían tener ninguna importancia para ellos y no se interesaron en conocer a Jesús. Por el contrario, quienes abrieron la puerta de su corazón a Jesús pudieron entender la maravillosa obra de Dios para su salvación y proclamaban a los cuatro vientos el Reino de Cristo.
Pero también es cierto que quienes acompañaron a Jesús en alabanza, cuando llegó su pasión, se llenaron de miedo y lo abandonaron. Aunque tengamos miedo, busquemos a Jesús para que nos llene de su Espíritu Santo y podamos levantarnos con fuerza y sin temores en cualquier situación adversa.
En estos momentos de incertidumbre, lo más grande que podemos hacer es abrir nuestro corazón a Jesús: "Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos. Al vencedor lo haré sentar conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono»" (Apocalipsis 3, 20-21)
Tenemos dos opciones: podemos ser como aquellas personas que abrieron su corazón a Jesús, lo alabaron y disfrutaron a su lado. O podemos elegir dar la espalda a Jesús y terminar en la oscuridad eterna.
Seamos como los primeros, abramos nuestra vida a Cristo, a su amor, dejemos que Él entre en nosotros, en nuestra casa, que viva en cada dimensión de nuestro ser. Son momentos difíciles, pero sin Cristo no lograremos levantarnos.
Vivamos esta Santa aferrados al amor de Jesús. Les comparto esta bella oración:
Señor mío, ya caminamos la Semana Santa,
esta semana grande donde conmemoramos lo mejor de tu vida,
tu amor llevado al extremo.
Saberlo, me llena de vértigo. No sé cómo vivirla,
no sé cómo hacer para que no se me pase de largo.
Te pido me des la Gracia de poder acompañarte.
Contigo poder decidir subir a Jerusalén.
Contigo poder entrar triunfante el Domingo de Ramos
para que el corazón se ensanche.
Contigo compartir la última cena.
que me laves los pies, y que el corazón se me estruje
ante semejante acto de amor.
Contigo compartir la mesa, compartir el pan y el vino.
Contigo orar en el monte de los olivos,
y mientras entregas tu voluntad al Padre,
acompañarte con la oración, estando como mejor me salga.
Contigo recibir el beso de Judas, y salirle al encuentro al Pedro desesperado
que impulsivamente agarra la espada.
Contigo sufrir la incomprensión y la envidia,
Contigo sufrir la injusticia y la impotencia del poder.
Contigo padecer la flagelación y la coronación de espinas.
Contigo ir camino con la Cruz, y poder ser ésa Verónica que enjuga tu rostro.
Ser las mujeres que te acompañan en el camino.
Ser el hombre valiente que carga tu Cruz como Simón de Cirene
Ser Juan que permanece en la Cruz, y a quien le confías a tu Madre
Ser como María que en medio del dolor sabe que la Vida siempre puede más
Ser como el ladrón que sabiéndose pecador, pide misericordia
Ser José de Arimatea que arriesga su vida por pedir tu cuerpo muerto
Ser el centurión y que caiga de rodillas al descubrir tu grandeza y con él decir
“verdaderamente éste es el Hijo de Dios”…
Ser María Magdalena que corre a verte en el sepulcro,
y se sorprende con que ya no estás ahí.
La muerte ha sido vencida, y llamándome por mi nombre,
me das una nueva vida.
¡Amén!
CELEBRACIÓN DEL DOMINGO DE RAMOS 5 ABRIL 2020
Saludos y bendiciones en Cristo y María
Javier
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