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Dejémonos tocar por la Misericordia de Dios

Meditar la Misericordia de Dios en estos tiempos es muy importante para evaluar lo que hemos recibido de nuestro Padre Celestial, y evaluar también lo bueno que hemos entregado a quienes nos rodean.

 

Los seres humanos estamos muy lejos de considerarnos "buenos", pues: "Sólo Dios es bueno" (Marcos 10, 18).

 

Pero inclusive en medio de nuestra fragilidad humana, el Espíritu de Dios que habita en nosotros nos permite obrar bien, aunque sea en una parte de nuestro ser: "Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan! Todos los que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas." (Mateo 7, 11-12)

 

Si en un mundo habitado por pecadores, encontramos gestos de bondad, ¡cuánta Misericordia podremos obtener de la mano de Dios, el nuestro Padre bueno a perfección!.

 

Es preciso interiorizar cómo el Señor se ha manifestado a lo largo de nuestra vida. Pero también es necesario examinar nuestra conciencia para pensar en lo bueno y lo malo que hemos dado a los demás. Jesús nos invita a vivir caminos de amor, de misericordia hacia nuestro prójimo, a vivir en la verdad en medio de un mundo de confusión y pecado:

 

"«Si ustedes permanecen fieles a mi Palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres». Ellos le respondieron: «Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir entonces: "Ustedes serán libres"»?. Jesús les respondió: «Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado." (Juan 8, 31-34)

 

La imagen de Jesús de la Misericordia nos envuelve en sus rayos de Sangre y Agua que brotaron de su costado cuando fue traspasado por la lanza en su crucifixión. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas. El rayo blanco simboliza el Agua que justifica a las almas. Vivir con plena conciencia de la Misericordia de Dios nos permitirá ser justificados cuando la justicia del Señor nos alcance.

 

La vida de las almas se alimenta con la Eucaristía. La justificación y purificación se relacionan con los sacramentos del bautismo y la confesión. En consecuencia, "Ambos rayos significan los sacramentos y todas las gracias del Espíritu Santo cuyo símbolo bíblico es el agua, y también la nueva alianza de Dios con el hombre contraída en la Sangre de Cristo” (Introducción al Diario de Santa Faustina).

 

La Misericordia de Dios nos recuerda que debemos confiar en Él y amar al prójimo. La fe sin obras es inútil. Recordemos cómo eran los primeros cristianos cuando celebraban la Eucaristía, oraban juntos, compartían de lo que tenían para el cuidado de los más necesitados y sobretodo había unidad en Dios:

 

"Los que recibieron su palabra se hicieron bautizar; y ese día se unieron a ellos alrededor de tres mil. Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Un santo temor se apoderó de todos ellos, porque los Apóstoles realizaban muchos prodigios y signos. Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común: vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno. Íntimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón; ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse." (Hechos 2, 41-47)

 

Esta actitud tan noble es la que nos hace falta a los cristianos de hoy en día. En este tiempo de confinamiento, ¿hemos hecho algo bueno por los demás o solamente nos hemos preocupado de satisfacernos?. Que este momento sea propicio para alabar a Dios, ser agradecidos por sus bendiciones, acogernos a su Misericordia, pero también hacer algo por los demás, y esto no implica necesariamente cosas materiales, hay tanto por hacer que incluso una oración por alguien es un gesto bueno.

 

Han sido días muy difíciles en casa con nuestras familias, en ocasiones de conflictos, falta de dinero, peleas en parejas tal vez por la convivencia diaria y los problemas, o quizá porque hay parejas que están lejos. Cada familia vive una realidad distinta, al final nuestra vida terrenal es llevar una cruz, pero también llevar la paz y la misericordia divina.

 

Pidamos a Dios que nos ayude actuar con un corazón misericordioso, seamos pacientes comprensivos, los cambios no se dan de la noche a la mañana; pero recordemos que todos estamos llamados a vivir una vida nueva en Cristo Resucitado. Perdonemos y amemos cada día como Jesús nos enseñó, mostremos empatía y vivamos las diferencias con paciencia.

 

 

Vivimos en un mundo de resentimiento y eso a veces nos causa enojo, pero no dejemos de orar por nuestras familias, nuestros hermanos, nuestros amigos o compañeros que, aunque se enojen todos los días siempre habrá un perdón, un lo siento. Siempre habrá una nueva oportunidad para ser mejores. Oremos por nuestra pareja, pongámonos en el lugar de él o de ella y seamos más misericordiosos, pacientes, amorosos, comprensivos, siempre practiquemos el perdón, no guardemos resentimientos y enojos del pasado. Mantengamos la calma con los demás. Dios quiere que nos amemos unos a los otros como Jesús nos enseñó. Orar por quienes nos han ofendido, nos traerá una paz inmensa.

 

Que la Paz y la Misericordia del Señor nos acompañe siempre y digamos con fe: "Jesús, en Ti confío"

 

Saludos en Jesús y María

Javier y Lidia

 

 

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