La armonía natural es una relación pacífica y amorosa entre Dios y su Creación.
Sabemos que esta relación se consolida a su máxima expresión cuando logramos tener armonía con Dios, con nosotros mismos, con los demás seres humanos y con el medio ambiente.
Pero, ¿en qué medida está relación se ha fortalecido en lo que respecta a nosotros?.
Definitivamente este tiempo de confinamiento mundial, le ha dado un respiro a la naturaleza. Hay una mejor calidad de aire, el medio ambiente ha retomado su naturalidad a tal punto que en casi todas las costas del mundo hay una bioluminiscencia azul en las olas nocturnas. Lejos de ser amigos de la naturaleza, los humanos nos hemos encargado de enemistarnos con ella, de destruirla. Tuvimos que restablecer esta relación de manera forzada.
De igual modo, la humanidad ha puesto su mirada en Dios más que antes. Por otro lado, antes nos quejábamos que no había tiempo para conversar, ahora las conversaciones virtuales son más frecuentes. También descuidamos el tiempo para nosotros mismos, ahora nos tomamos un respiro y hay más tiempo para hacer aquello que antes nos era esquivo.
Dios nos da una oportunidad para renacer, y de nosotros depende si las cuatro armonías se restablecen o se deterioran. Sería muy tonto de nuestra parte si no aprendemos algo bueno de este tiempo. Si antes pretendíamos ser mejores que ayer, hoy debemos buscar algo más: consolidar una armonía personal y exterior por medio del poder del Espíritu Santo.
"Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Hombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré. Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y Él les dará otro Defensor para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes. (Juan 14, 12-17)
El Espíritu Santo es la fuerza de Dios que nos permite restablecer las cuatro armonías naturales que se rompen cuando el pecado nos toma prisioneros. Ahora podemos entender que cuando nuestro corazón se oscurece con el pecado, estamos debilitados para restablecer una relación de armonía que es sinónimo de felicidad plena.
Cuando pienso en que estos días hemos dejado de contaminar los océanos, y aparecen seres vivos de las profundidades más lejanas del mar para iluminar las orillas, me doy cuenta de que Dios le ha dado al ser humano todo un tesoro para cuidar, y lamentablemente hemos hecho todo lo contrario. ¡Cuántas maravillas que Dios creó, las dejamos de apreciar debido a nuestro pecado y dureza de corazón!
De la misma forma, entiendo que Dios hará maravillas en nosotros si buscamos restablecer la armonía natural con Él.
No debemos sentirnos aniquilados por ser débiles, por caer una y otra vez, si nos caímos cien veces, pues debemos levantarnos ciento un veces, Jesús nos ha dado a su Santo Espíritu para vencer:
"Porque el mismo Dios que dijo: «Brille la luz en medio de las tinieblas», es el que hizo brillar su luz en nuestros corazones para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios, reflejada en el rostro de Cristo. Pero nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios. Estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados". (2 Corintios 4, 6-9)
Basta un dolor de corazón por nuestras ofensas, es necesario un arrepentimiento por haber roto las armonías naturales y veremos como la Misericordia de nuestro Padre viene a socorrernos. Si fuésemos impecables en nuestro actuar, no podríamos sentir el perdón y el amor de Dios. Dejémonos amar por el Creador del universo y glorifiquemos su Santo Nombre por siempre:
"Porque Dios sometió a todos a la desobediencia, para tener misericordia de todos. ¡Qué profunda y llena de riqueza es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus designios y qué incomprensibles sus caminos! ¿Quién penetró en el pensamiento del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le dio algo, para que tenga derecho a ser retribuido? Porque todo viene de Él, ha sido por Él, y es para Él. ¡A Él sea la Gloria eternamente! Amén." (Romanos 11, 32-36)
Un saludo en Jesús y María
Javier
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