La esperanza permanece en el mundo, tomarnos un respiro y volver a comenzar es la consigna del momento, la espera de días más felices en un futuro es algo que nos motiva mucho.
Aguardar en el amor de Dios, sentirnos salvados por Jesús y reforzarnos con el Espíritu Santo es vital en este tiempo. El misterio de la Santísima Trinidad se enmarca en que Dios es uno solo y en Él hay tres Personas: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
Con Jesús, la humanidad pudo asimilar este misterio de forma real, pues se mostró a sí mismo como el eterno Hijo de Dios. Afirmó que Él es el Hijo, el Unigénito del Padre, siempre hablaba de su Padre llamándole por este nombre. Nos enseñó a amar a nuestro Padre celestial. Él quiere ayudarnos en todas las necesidades de alma y cuerpo. Jesús nos mostró al Espíritu Santo, como la fuerza de Dios, como el consolador.
Debemos honrar y dar Gloria a la Santísima Trinidad, siempre tomando conciencia de que Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo están presentes en nuestra alma, con aquella fe profunda que viene desde nuestro Bautismo.
Que la alegría de Dios nos permita salir al mundo con paz interior y haciendo la paz con los demás:
"Alégrense, trabajen para alcanzar la perfección, anímense unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces, el Dios del amor y de la paz permanecerá con ustedes. Salúdense mutuamente con un saludo de paz. Los saludan todos los fieles. La Gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo permanezcan con todos ustedes." (2 Corintios 13, 11-13)
Saludos en Jesús y nuestra Madre María
Javier
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