En algún momento de nuestras vidas nos hemos planteado la idea de afianzar las bases de nuestra madurez personal.
Dejar atrás todas aquellas cosas que no nos permiten avanzar, es bueno: hacernos cargo de nosotros mismos, emprender, solventar nuestras propias soluciones, tomar decisiones en base a una lógica sabia, viajar y relacionarnos, buscar la independencia, aprender de las experiencias. En fin, hay muchas maneras en las que el ser humano logra impulsar su madurez personal.
Pero es importante tomar conciencia de que la madurez personal debe ir de la mano de una madurez espiritual, caso contrario siempre habrá una parte de nuestro ser que permanecerá inmadura.
A diferencia de la "madurez de independencia" - tal como lo ve el mundo-, la madurez espiritual requiere de una dependencia personal hacia Dios. Y el primer paso es aceptar a Jesús como nuestro Salvador. El camino de la madurez espiritual rinde frutos cuando nos esforzamos por imitar a Cristo como nuestro modelo de vida y superación continua. La madurez espiritual es un constante camino junto a Cristo, en donde día a día debemos perfeccionar nuestro modo de vida cristiano para que sea coherente con nuestros actos en medio de tentaciones y batallas a las que nos enfrentamos.
Lo que sí es importante es que no debemos caer en la trampa de creer conocerlo todo sobre Dios, o engañarnos al sentirnos unos cristianos perfectos, pues no lo somos. Y es que todavía hay mucho camino por recorrer y aprender. El Señor siempre tendrá momentos para elevarnos espiritualmente en cada situación que se nos presente, siempre y cuando sepamos aprovechar su amor y misericordia. Así nos lo recuerda San Pablo:
"Esto no quiere decir que haya alcanzado la meta ni logrado la perfección, pero sigo mi carrera con la esperanza de alcanzarla, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no pretendo haberlo alcanzado. Digo solamente esto: olvidándome del camino recorrido, me lanzo hacia adelante y corro en dirección a la meta, para alcanzar el premio del llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo Jesús. Así debemos pensar los que somos maduros; y si en alguna cosa ustedes piensan lo contrario, Dios los iluminará. De todas maneras, cualquiera sea el punto adonde hayamos llegado, sigamos por el mismo camino." (Filipenses 3, 12-16)
Es necesario renacer en el Espíritu Santo y escoger vivir en Cristo cada día que pase. La madurez espiritual requiere un reordenamiento radical de nuestras prioridades. Es importante desechar la idea de que vivimos únicamente para satisfacer nuestros caprichos, sin entregar nada a Dios o a quienes amamos. Buscar seguir la voluntad de Dios es un espacio para madurar espiritualmente.
La clave de la madurez es la coherencia y la perseverancia en hacer aquellas cosas que sabemos que nos acercan a Dios. En la medida en que nos aferremos más a Dios, notaremos cómo el Espíritu Santo nos fortalece por dentro. Solamente Dios es nuestro recurso esencial y único para crecer espiritualmente, toda nuestra superación cristiana viene por su Gracia. Sin embargo, somos los únicos responsables de escoger ser fieles a su amor.
Con afecto
Javier
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